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Y es que cuando la tierra embebe la lluvia que cae insistentemente sobre ella y produce plantas útiles a quienes la cultivan, es una tierra que ha recibido la bendición de Dios. Pero si no produce más que cardos y espinas, es una tierra baldía, a un paso de ser maldecida, y acabará siendo pasto de las llamas.

Esperanza en la promesa de Dios

A pesar de hablarles en este tono, estamos seguros, hermanos queridos, que van por buen camino en lo que respecta a la salvación.

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